Domingo Acevedo y los buenos tiempos

Domingo Acevedo Villafuerte nació un domingo del año en que arrastraron a Eloy Alfaro: el pasado cuatro de agosto cumplió 98 años. A pesar de los muchos recuerdos que tantos años han borrado de su memoria, todavía persisten en ella los goles que marcó con la camiseta del ‘Panamá de Quito’, un equipo del fútbol amateur del cual fue fundador, técnico y jugador –equipo que no necesitó llegar al ámbito profesional para tener la gloria de ser la imagen más querida en su baúl de recuerdos-.

Impresiona la forma serena y fluida con que contagia su buen humor. En su rostro cansado y marcado por casi un siglo de existencia, sus ojos adquieren un brillo casi infantil cuando hace bromas, se burla de quienes están sentados en la mesa -que él preside- y se ríe con la alegría siempre renovada de quien vive inmerso en un presente que no reconoce tiempos idos o por venir.

Como el hierro que sus manos aprendieron a forjar, se adivina tras su mirada un espíritu fuerte que no se ha dejado amedrentar por el inclemente paso del tiempo: Domingo Acevedo camina lentamente por la casa y por los últimos años de su vida, volviendo a ser el niño que un día fue. …Y con la misma firmeza con que no admite que ya no existe el sucre, no deja que nada lo retrase cuando sabe que una taza de café caliente lo espera en la mesa.

¿Por qué café? El café es bueno, es alimento.

¿Cómo le gusta? Calientito para que caliente el cuerpo.

¿De chuspa o instantáneo? ¡Ya carajo! Si quieres no me des nada pero deja de joder.

A los 96 años

A los 93 años

A los 67 años

PD:Domingo Acevedo, nuestro abuelito, nos dejó en la madrugada del martes 10 de agosto. Se fue con sus recuerdos, 98 años y la sonrisa con la cual siempre lo recordaremos…

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Las que le dan vueltas…

Lucho y Anita

Lucho y Anita

Y de pronto un buen día el Lucho se fue. Cuando hablaba de irse a estudiar en el extranjero la cosa siempre parecía lejana.

Y pasaron en realidad algunos años,  pero un día él pana con quien nos tomábamos un par de tragos hasta emborracharnos ya no estuvo.

Por suerte no se fue solo y allá, en alguna parte de los Estados Unidos, está con su  Anita.

Antes de partir, algunos meses atrás, estuvo con algunos de sus panas y entre los sentimientos encontrados de dejar a los amigos, la familia,  la música y la expectativa de aventurarse a los estudios de una maestría en un país lejano, aseguró que quisiera  volver y traer  algo mejor para el país.

Vuelves?
Espero regresar en unos dos años y si me va bien en tres. Pero el futuro es incierto y es una aventura. Es un misterio pero sé que voy a descubrir algo nuevo.

Y ese whisky en la mano?
No me gusta mucho el whisky pero es bueno para chumarte,  porque chumarte implica tener cosas en la cabeza que te den vueltas.

Y qué te da vueltas por la cabeza antes de partir?
Sentimientos encontrados. Alegría porque voy a conocer algo nuevo y tristeza porque dejo  los amigos, la familia y la música

La música?
Es algo que me apasiona. Mi grupo, Dezquizofrenia (Desquicio y Esquizofrenia), se queda bien, solo faltará un integrante.

Con nuestra música proponemos  el estado en el que te sales de la realidad, un momento en el cual estar fuera de sí, que implica estar, quizás, en la propia  manera de ser.

Y la bebida preferida?
La cerveza me encanta porque te refresca en esos momentos que tienes calor, en esos momentos que tienes ganas de que tu cuerpo reciba una sensación de frescura.

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Raúl Pérez Torres aún gusta del fútbol

Raúl Pérez Torres

Raúl Pérez Torres, uno de los escritores más reconocidos del país, es también un aficionado al fútbol. Seguidor ‘de toda la vida’ de la Liga Deportiva Universitaria de Quito, desde su narrativa ha plasmado lo que también es este juego que en la actualidad, para muchas personas, es sólo marketing, negocio y espectáculo.

Pero en la cancha me olvidaba de todo y le daba a la pelota más que ninguno, tal vez solo por eso gozaba de un pequeñísimo respeto como ahora en que el flaco me decía: «Chino, haz vos el partido» y yo meditaba, me daba aires, miraba a todos uno por uno y decía serio: «vos Chivolo acá, vos Patitas allá». *

¿Por qué el tema del fútbol en su narrativa?
A mí me parece que en el fútbol se dramatizan todos los aspectos humanos como el dolor, la miseria, la alegría, la felicidad y las otras cosas, el odio, la corrupción, el marketing.
Entonces, de todas maneras, el fútbol es un universo y los escritores trabajamos con universos. Tanto en un universo limitado como es el cuento, como en un universo grande como es la novela. O la búsqueda de universo perfecto como es la poesía. Entonces creo que hay una gran metáfora entre el fútbol y la literatura porque encontramos la dramatización de una sociedad.

¿Algún equipo en especial?
Desde luego. Yo jugué en Liga en los años 60’ y toda la vida he sido de Liga Deportiva Universitaria. Ahora estamos nosotros premiados por esa garra, por esa contundencia, por esa disciplina y sencillez que tiene el equipo de Liga y ojalá que todos los ecuatorianos estemos por este triunfo en la Copa.

¿Cómo mira este fenómeno que se ha convertido Liga en los últimos años?
Yo siempre defiendo lo que se trata con ejemplo. Me parece que es ejemplar la directiva de Liga Deportiva Universitaria. Yo lo conozco a Rodrigo Paz durante mucho tiempo. Ahora tenemos dos, su padre y su hijo. Su padre que es ahora la serenidad, la ecuanimidad, la inteligencia. Su hijo (Esteban Paz) que es la pasión, la fuerza, la orientación.

Creo que están haciendo un gran equipo junto con un entrenador (Edgardo Bauza) que nunca dio su brazo a torcer alrededor de la orientación que quería darle al equipo y se ha visto resultados importantes.

Ahora, cuando hay buenos jugadores, a esos jugadores les siguen los jóvenes jugadores. Por eso digo que el ejemplo es lo más importante en un equipo. Cuando ven que son serios, disciplinados, que llevan su trabajo y su profesión con alegría, con honestidad. Bueno, los muchachos los siguen.

¿Y si Liga no gana la Copa?
Yo ya me siento muy bien con el equipo porque ha demostrado todo lo que puede ser. Le he visto jugar en varias partes. Ha dejado atrás a muchos grandes equipos, en México y Argentina, que han tenido un gran nombre y Liga ya empieza a ser una camiseta respetable en todo el mundo.
Entonces, no me pasaría nada. Quizá, la tristeza de la pérdida. Pero sabemos que contamos con un equipo que en América Latina está dando mucho que decir.

¿Cuál es para usted el partido en Quito con más notoriedad, el clásico si se quiere?
A mí me parece que es Liga Deportiva Universitaria y el Deportivo Quito. Yo creo que esa es la controversia más grande. Los del Quito sueñan en ganar a Liga y me parece que Liga también, de la misma manera.
Fíjese lo que dice una nieta mía que le llevo siempre al fútbol. Cuando yo estaba preocupado del partido con San Lorenzo me dijo: ‘no te preocupes abuelito porque estos tienen la misma camiseta del Quito y es más fácil ganarles.

¿Su bebida preferida?
Para mí el vino es la mejor bebida. Es una bebida milagrosa de alguna manera. Siempre me gusta tomar un vino porque me gusta departir, me gusta conversar y lo mejor que te abre a una conversación, a una pequeña alegría, es el vino. El vino tinto es el que yo tomo siempre.

¿En qué momentos?
Muchas veces en el almuerzo, con las comidas. Pero también muchas veces con amigos, con amigas, en discusiones, en conversaciones que casi siempre son de literatura porque estoy dentro de la Universidad, de grupos intelectuales. Entonces, el vino es quizás, la mejor bebida.

* Cuento completo

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Vuelve el boxeo con Jaime Quiñones

Jaime Quiñonez

Mi nombre es Jaime Orlando Quiñones Rodríguez, nacido en el cantón Quinindé, provincia de Esmeraldas, un 22 de enero del 74. Tengo 33 años cumplidos. He sido campeón nacional 12 veces en amateur, representando a mi provincia. Campeón sudamericano, campeón interamericano profesionalmente. Retorno al cuadrilátero a finales de julio en el Hotel Casino Plaza enfrentando a Leonardo Da Silva de Brasil.

Que tal campeón le dije cuando pasó por mi lado en la esquina de la Colón y Amazonas. Que tal ‘champion’ me contestó y siguió su camino hasta sentarse en una de esas cómodas sillas de los lustrabotas, en pleno medio día de mayo y con sol. Como le vi cara de buena gente –en el ring no creo que la tenga- me acerqué al corpulento púgil de metro 81 de estatura, 86 centímetros de alcance y 107 kilos de peso.

Mientras le dejaban como nuevos sus zapatos de cuero color conchevino me contó que estuvo fuera del cuadrilátero alrededor de tres años.

¿Por qué paró tres años?
Por la falta de empresarios cumplidos. Sinceramente no cumplían con el deportista y también por la falta de apoyo. Es muy difícil aquí estar peleando sin el apoyo necesario. Ahora tengo la suerte de haber formado una empresa de la cual soy propietario. Se llama JQ Producciones para promocionar el boxeo y también el medio artístico y lo que el país necesita. Esperemos que nos vaya bien y tener la misma oportunidad y opción que tuvimos tres años atrás.

¿Cómo se ha preparado para la pelea de finales de julio?
Yo siempre he estado en el gimnasio, continuamente, todos los días. Ahora, a 40 días de la pelea estamos exclusivamente dedicados al entrenamiento, pero siempre estamos en el gimnasio todos los días porque somos profesionales.

¿Cuéntenos Jaime alguno de sus recuerdos más gratos sobre el cuadrilátero?
Bueno, la primera vez que fui campeón nacional representando a mi provincia. Me acuerdo que fue en Cotopaxi. Yo fui campeón nacional juvenil y ahí fue mi inicio y dije bueno, en esto yo puedo dar mucho más y empecé a trabajar fuertemente. He tenido logros importantes y ahora esperemos que Dios nos ayude y podamos hacer algo mejor.

¿Qué le ha faltado a Jaime ‘La Bestia’ Quiñónez para llegar a planos aún más estelares?
No…, estamos a tiempo. Usted sabe que en el boxeo profesional la madurez en el peso pesado es de 30 años en adelante. Usted ha visto que los grandes campeones del mundo, a excepción unos pocos, han sido campeones muy maduros. Evander fue campeón mundial a los 38 años, se mantuvo hasta los 44 boxeando. Y así muchos boxeadores en el mundo. El peso pesado tiene esa madurez.

¿Cuántos años más en el boxeo?
Cinco años más, no espero más y ahí si colgaría los guantes. Este fue sólo un receso esperando nuevas oportunidades.

¿Dejemos el boxeo un rato Jaime y cuéntenos cuál es la bebida que a usted más le gusta, no sé, el agua, el café?
(Ríe) No, yo soy muy sincero. El café a mí no me gusta. A mí me gusta el güisqui en las rocas. Por el deporte no lo hago frecuente, pero cuando hay la oportunidad y la posibilidad, como cualquier ser humano, me pego unos güisquicitos.

¿En esta época de entrenamiento?
No, inaudito. Pero cuando estoy libre sí, que sé yo, salgo a algún bar en Quito y me pego un güisqui.

¿Alguna marca en especial?
El Chivas o el Johnny Negro. El Johnny Azul no porque es muy costoso hermano (risas).

¿Alguna otra bebida… no alcohólica?
El jugo de naranja… y borojó también.

¿Y en una pelea, qué toma?
Agüita de panela con limón, sin azúcar. Eso siempre pido a la esquina que me tenga listo.

Jaime ‘La Bestia’ Quiñones peleará en el Hotel Casino Plaza de Quito a finales de julio. “Será una pelea tipo las Vegas, realizada en Quito” dice este corpulento deportista con cara de buena gente.

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Las mejores y las peores páginas del mundo

Jorge Velasco M. en Diario Hoy

Jorge Velasco Mackenzie (Guayaquil, 1949), es uno de los escritores más prolíficos del Ecuador. «En mi oficio como escritor yo no tengo tiempo libre. Leo, escribo en mis tiempos libres. Leo, escribo en mis tiempos ocupados».

¿Cómo hace para escribir?
Yo me programo, primero con mis actividades, porque yo soy profesor universitario, en la Universidad Técnica de Babahoyo, y tengo que viajar. Entonces, un poco me desarrollé una nemotécnica: escribo un poco de memoria y tomo notitas, aunque ya lo he perdido, ya no lo hago. Antes lo hacía, en unas libretitas chiquitas tomaba notas y apenas llegaba transcribía lo que había escrito mentalmente. Y un poco así, robándole tiempo al tiempo del pan.
Y luego ya cuando me metí más de frente con la literatura, aunque siempre he estado de frente, comencé a organizarme.

Comencé a acostarme muy temprano, que sé yo, ocho de la noche, y eso para un costeño es mucho, y poder levantarme a escribir de madrugada, cuatro, cinco de la mañana hasta las ocho. Hasta ahora lo hago, eso sí, con un buen tarro de café.
Y cuando no estoy escribiendo creación, me levanto a leer porque me quedó el ritmo de hacerlo a esa hora. Esas son las estrategias, sino no podría.

¿Qué bebida prefiere?
La bebida que yo prefiero beber y la he bebido durante toda mi vida es la cerveza. Si usted me pone un vaso del mejor güisqui y me pone al lado un vaso de cerveza, yo prefiero la cerveza.

¿Fría?
Muy helada. No se olvide usted que yo soy un hombre de la costa, y toda mi obra está bañada en cerveza.

Sí…, en todo lo que yo he escrito usted encuentra grandes bebedores de cerveza. No sé si alcohólicos, no sé si borrachos, pero grandes bebedores de cerveza.

¿Le prohibieron la cerveza?
Cuando me prohibieron beber, porque yo tuve un problema de aneuritis alcohólica, yo me sentí muy triste. Me sacaron mucho, porque la cerveza formaba parte de mi vida.

¿Qué sentía al tomar cerveza?
Me sentía bien, me sentía capaz de poder escribir las mejores o las peores páginas del mundo. Algún rato sí escribí bebiendo, pero no borracho.

Sabe qué hacía mejor tomando cerveza, corregía los textos. Yo no sé. Como que desarrollaba cierto nivel de sensibilidad, mi fraseo mejoraba. Yo siempre he tenido como escritor problemas con la puntuación porque tengo un pésimo oído. Me servía mucho para corregir, no para crear, esos mundos son aparte. Muchos de los personajes son grandes consumidores de cerveza.

¿Dejó la cerveza?
Me prohibieron hace unos cinco años. De hecho, no es que he dejado, de plano. Ya no me embriago, eso sí. Ni busco. Antes buscaba. Ahora es mucho menos, para lo que consumía, nada.

Es más, creo que la nuestra es una gran cerveza.

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Abdón Ubidia y el placer de los sabores

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Hace varios meses, el día que terminé de leer Sueño de Lobos, me puse en contacto con Abdón Ubidia (Quito, 1944),  un escritor “absolutamente disperso” que trabaja en varios libros a la vez, “un poquito el uno, un poquito el otro”.

Ubidia, uno de los grandes referentes de la literatura ecuatoriana, desde el primer momento se mostró dispuesto para conversar sobre su quehacer literario y sus bebidas preferidas para este blog que cada vez se actualiza con mayor dificultad.

¿Publicar es el momento más grato de un escritor?
Cuando se experimenta el mayor placer, al menos me pasa a mí porque en cada escritor las reacciones son distintas, es en el instante que se me ocurre un tema.

Es un instante mágico que puede sobrevenir en cualquier momento porque la estructura de la creación literaria no creo que difiera mucho del nacimiento de un sueño o de un ensueño. De pronto debe haber alguna motivación venida del instante real que estamos viviendo, pero en ese momento asoma simplemente como un relumbrón, como un deslumbramiento, como la idea de que a nadie se le ha ocurrido aquello. Después uno comprueba que no es así. Y ese es un momento de una felicidad, de una dicha tan grande que es incomparable, incluso, con el mismo quehacer del libro que lo escribiremos, porque después del trabajo de tratar de dar forma a esa emoción, llega a ser hasta fatigante y tedioso. Eso ya es un trabajo, casi de oficina.

Es poner en práctica el oficio y tratar de que aquello que nos deslumbró con tanta fuerza pueda ser transmitido a otra persona gracias a la lectura de un texto que tiene que ser trabajado como hace el escultor. Un gran escultor sólo tiene en sus manos un bloque de granito o de mármol y tendrá que ir adaptando ese bloque a la forma que él soñó. El contenido dado ya con esa emoción, tiene luego que transformarse en un trabajo formal. El trabajo de la forma tiene que ser el adecuado para que ese contenido no se pierda y logre conmover el corazón de otra persona.

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¿Hablemos de sus bebidas preferidas?
Bueno. La bebida suave que prefiero es, indudablemente, el vino. Me gusta departir y compartir al calor de una copa y a veces de una botella de vino con mis amigos. Al principio me gustaba muchísimo el Cabernet Sauvignon, pero ahora han venido tantas nuevas cepas que también me gustan mucho.

De los vinos normales, así de uso más o menos corriente me gusta mucho el Marqués de Cáceres, uno de los Cousiño Macul que es de la antigua reserva. Me gustan los vinos franceses y los españoles.

¿Otras bebidas?
En cuanto a los licores el que más me gusta es el coñac. No me agrada la cerveza. No me agrada mucho el güisqui. Me gusta el brandy y los tragos un poco raros, que sé yo, por decirle un Singani, que es una especie de pisco boliviano. Me gusta también el Pisco Mistral de Chile, el kirsch, una especie de brandy alemán.

En fin, yo nunca sería alcohólico porque me gusta el sabor de los licores. Con una o dos copas es suficiente porque me demoro en saborearles.

¿Siempre fue así?
Bueno, ha cambiado. Digamos que cuando uno es estudiante bebe cualquier cosa, como pasa con los amores. Con las mujeres pasa lo mismo que con el alcohol, es decir, poco a poco la edad nos va volviendo selectivos y vamos descubriendo que es mejor emplearnos en lo que satisface de verdad nuestros gustos. Y además que el gusto es algo que se va educando con el tiempo. Medio en broma, medio en serio le decía que soy partidario de un socialismo sibarítico también en la medida en que la gente común y corriente debería poder disfrutar del aroma de un buen coñac, sin distingo de clases sociales ni de recursos económicos.

Los sabores de los licores captan el espíritu de las sustancias madres, en este caso de las frutas que le dan la posibilidad de ser y de existir. Entonces, ese espíritu no lo ha hecho nadie sino la humanidad a lo largo de los siglos y de los milenios como en el caso del vino. Y es lógico que la humanidad entera tenga derecho a disfrutar, a hacer su gusto, a decantarlo y aprovechar esos aromas, esos sabores y esos beneficios que durante tantos siglos y milenios han existido.

¿Una mala experiencia?
Cuando los tragos eran infames, tengo una mala experiencia. En los años 60 había un brebaje que se llamaba ‘Paico, Rey de Copas’. Fue una especie de plagio mal hecho de un licor antiguo que existía en Quito que era el ‘Mallorca Flores de Barril’, que le decían del guagua montado por la etiqueta que tenía y que le pusieron como apodo Paico. Le quitaron el anís y le pusieron anetol y en vez de azúcar le pusieron sacarina. Creo que fue uno de los chuchaquis más espectaculares de mi vida y por eso le tengo un gran rencor a ese licor, porque me hizo, durante 30 años, odiar el anisado, lo cual no es justo. Ahora me encanta. Por ejemplo me gusta mucho el Anís del Mono y me gusta mucho el Chinchón Dulce y un licor parecido que es la Asturiana.

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Favio y la cervecita helada

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Favio Revelo es uno de esos amigos con los que uno siempre se encuentra por la calle y con los que hay siempre un trago pendiente que nunca termina de llegar.

 Así que esta vez que lo encontré por el estadio Olímpico Atahualpa, en una de estas mañanas frías y lluviosas que desde hace semanas hay en Quito, aprovechamos para tomarnos un primer sorbo con la promesa de continuarlo para charlar, como viejos amigos, de los sueños y esperanzas que aún tenemos.

¿Tu bebida preferida?

La bebida alcohólica que más me gusta es la Pílsener y la no alcohólica la Coca Cola.

¿Qué sientes con una cerveza fría?

No sé, de pronto un poco de calma, frescura, quietud. Cuando estoy cansado una cervecita helada como que te acomoda y mejora el ambiente.

¿Con quién prefieres tomar esa cervecita?

Con mis amigos porque se puede conversar de cosas que a lo mejor no hemos conversado en el tiempo en el que no nos hemos visto.

¿Y en dónde están los amigos?

Bueno, en todo lado porque por mi trabajo conozco muchos lugares y ciudades del país y tengo amigos en Manta, Guayaquil, en el Oriente, en el Carchi, en fin, en Quito.

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‘El poeta del amor’

 

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Salvatore Nicora (Monterosso al Mare, 1929) llegó al Ecuador en 1970 para hacer una búsqueda de mercado. En aquellos años quería encontrar un sitio estratégico para edificar una fábrica de chocolates que diera abasto a toda la región. En Italia, lugar sede de esta prestigiosa empresa pensaron que escogería México, Brasil o Argentina. Pero no, Salvatore sugirió que la nueva fábrica de chocolates se construyera en suelo ecuatoriano. En 1975 se estableció en Quito, de manera legal, aquella fábrica: Ferrero del Ecuador.

Así fue que entre estudios de mercado y chocolates viajó por medio mundo. “Trabajé, viajando, por 85 países”. Pero en Quito encontró muchas cosas que le cautivaron, entre estas el clima: “es el mismo todo el año”.

Este fue uno de los motivos por los que se decidió a comprar un pequeño departamento, hace más de 30 años, con la esperanza de pasar unos dos meses al año cuando se jubilara, pero la vida le tenía preparada una sorpresa:
Con más de 70 años de edad Salvatore Nicora fue nuevamente padre.

En la actualidad pasa en Quito la mitad del año y la otra mitad en Europa. Cuando está en el ‘Viejo Continente’ visita su pueblo natal, Monterosso al Mare, un pequeño pueblo cerca de Génova, Italia. El resto del año pasa en Ecuador, con las mujeres que le dieron una nueva vitalidad: su esposa y su hija de 5 años de edad. “Han sido los seis años más bonitos de mi vida”.

Salvatore nos recibió en su departamento de una manera muy cordial. Nos invitó a tomar asiento y sirvió en unos vasos de más de 200 años de antigüedad, un agradable licor de naranja que él mismo fabrica para brindar a las visitas. “Yo no tomo. Nunca tomé pero siempre hay que tener algo para brindar a los invitados”, explica.

Mientras sirve otra copa, por el gusto de la compañía, dice, agarra una guitarra y empieza a tararear:

“Tú eres un sueño, tú eres mi amor…
…y yo te amo… con todo mi corazón
Tú eres… la mujer más bella que hay…
Tú eres una estrella… eres todo para mí…”

Cantó la misma estrofa en seis idiomas diferentes y en medio de la emoción que le produce cantar sus versos, nos contó que la ‘mujer’ es la mayor fuente de su inspiración. “Soy Salvatore, el poeta del amor”.

¿Y su bebida preferida?
El agua mineral. El agua con gas. Cuando estoy con amigos, en compañía, tomo un vaso de vino, pero lo hago más por la compañía que por el gusto de tomar. Tengo este licor pero para las visitas. Solo nunca tomo nada ni  me emborracho porque mi organismo no tiene alcohol. Puedo tomar una botella de vino que no me emborracho.

¿Por qué le gusta el agua?
Porque es la esencia de la vida. Sin el agua no habría vida. El agua te purifica.

¿Otra bebida?
Utilizo como 50 o 60 naranjas a la semana. Tomo jugo en la mañana. El Ecuador me gustó por el clima, primero y segundo porque bajando de Quito hasta la costa se encuentran todas las frutas y legumbres del mundo.

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Un café desde la trinchera

Viejo Duván

Edison Duván Ávalos (Cali, 1979) es un gran tipo. Periodista y escritor, por estos días editor del Diario La Hora en la frontera Colombo – Ecuatoriana.

Recientemente presentó, en Tulcán, su primer libro de crónicas: ‘Desde la frontera como trinchera’

Desde la distancia y con una taza de café nos comentó sobre este libro que es sólo el inicio de una serie de publicaciones, tanto en lo periodístico como en lo literario, de quien no es sólo un gran escritor, sino una gran persona.

¿En qué momento empezó a escribirse este libro?

Cuando escribí cada uno de estos textos, en un lapso de tiempo que empieza en el 2002 y finaliza en el 2007, tenía la certeza de que algún día iba a publicarlos en el formato de libro. Pero no sabía ni cuándo, ni dónde, ni mucho menos cómo iba a hacerlo. La única certeza que tenía es que los textos estaban hechos para resistir el paso del tiempo y de la coyuntura que narraban, de modo que podían despertar algún interés en esos posibles futuros lectores.

Ahora bien, este libro no fue escrito con un plan previo. Nunca me dije ‘cuando complete tantas crónicas voy a publicar un libro’, ni tampoco me dije ‘cuando escriba tal crónica ya publico el libro’. No, el libro nació porque un día alguien me dijo que ya debía publicar algunos de los textos periodísticos que había escrito en los últimos años. Lo único que hice fue empezar a ejecutar ese consejo.

¿Qué encontrará la gente en este libro?

Creo que como sucede con todos los libros cada persona encontrará algo diferente. Para algunos será tiempo perdido, para otros, por el contrario, será el descubrimiento de un mundo desconocido y fascinante.

En realidad, a mí lo único que me interesa es que las personas se entretengan y disfruten la lectura. No más. Si consigo eso, está cumplido el propósito.

¿Por qué del título del libro?

Hay dos razones. A mí me han recomendado que ante esa pregunta (que curiosamente me la han hecho en varias ocasiones) responda con el primer argumento, que no es

el de más fuerza. El título del libro se debe a que en esta zona de frontera yo me siento como un soldado atrincherado. Es decir, como un guerrero de la palabra que se mantiene con vida para disparar contra el enemigo todo lo que lleva por dentro. Ahora bien, ese enemigo no sé quién es, puede ser el sistema de inequidad que impera en

Colombia, el olvido de personas que, pese a su anonimato, son grandes protagonistas de pequeñas historias, el papel de muchos medios de comunicación, en fin, ya vos con la lectura podrás identificar contra quien disparo.

La segunda razón, que para mí es la más valida porque es más sincera, es que el título del libro nace de un reportaje que publicó en cierta ocasión un gran amigo en el periódico universitario en que ambos trabajábamos. Ese texto se titulaba “Desde el claustro como trinchera”. Yo lo único que he hecho es adaptar a mi contexto ese título que tanto me llamó la atención por su resonancia fonética.

Te confieso que lo demás, eso de que soy un soldado que dispara desde su trinchera, vino luego. Aunque la mente tiene caminos tan inextricables que resulta identificar qué fue primero.

¿Te consideras un cronista?

No lo sé, Carlos, es tan complicado para mí decir soy ‘esto’ o soy ‘aquello’. Para mí la crónica y el reportaje son géneros tan elaborados que a mí me parece pedante incluirme en el grupo de personas que los dominan.

Yo más bien te diría que soy un aprendiz, lleno de defectos, con muchos problemas estéticos, sin ninguna virtud extraordinaria, pero con el apetito y el imperante deseo de mejorar cada día.

¿Y la literatura?

Creo que te refieres a que si me considero escritor. Todo el que aspire a ser cronista debe tener dentro de sí el espíritu de un escritor, pues no de otra manera podría preocuparse por la forma de los textos.

¿Cuál es la bebida que más te gusta?

Hay varias bebidas que me gustan mucho. La primera es el café, lo tomo como sea, tinto, aguado, de chuspa, instantáneo, frío, caliente, en fin, como me lo pongan. Pero si puedo escoger, me gusta el café Express. Es como si te dieran de un modo concentrado el sabor que más disfrutas en tu vida.

También hay otras bebidas que me gustan mucho, como por ejemplo el vino Sansón. Es una bebida alcoholizada súper dulce y espesa. La empecé a tomar desde mi infancia, cuando tenía unos doce o trece años. Resulta que mi abuela se tomaba cada día una copa a manera de remedio para mantener vitalizado su cuerpo, pero yo aprovechaba cada descuido y sacaba de la nevera también una copita para mí. En esa época, al final de cada día terminaba lleno de felicidad, dándole abrazos a todas mis tías y primas. Me tenían como el miembro de la familia más cariñoso, pero en realidad estaba un poco ebrio.

¿En qué momentos la (s) prefieres?

El café lo prefiero en cualquier momento. Pero, de nuevo te digo, si me dejan escoger, lo prefiero con una buena compañía, es decir, con alguien con quien se pueda conversar sabroso y con un buen tabaco. El vino Sansón si lo prefiero únicamente en momentos especiales. Por ejemplo, uno de esos viernes en que sientes una fuerte predisposición a pasarla muy bien y a tomarte unos traguitos.

¿Por qué te gusta?

No lo sé en realidad. Pero creo que me gustan porque con ambas crecí. En mi casa de Cali, en mi infancia, todas las tardes se arma una tertulia entre tías y tíos, cada uno con su tasa de café en la mano. Cuando era niño no me dejaban tomar café porque eso

“embrutece”, decían, a pesar de que yo ya andaba emocionado con el Sansón. Pero luego, a los 14 o 15 años, empiezas a ser parte de esa tertulia, y el café se va metiendo tan adentro que humedece los huesos.

¿Cómo es la vida en la frontera, en Tulcán y cuáles son las principales diferencias de la vida en Cali?

La vida de frontera es lo más curioso que he visto en mi vida, por lo menos en la zona colombo ecuatoriana. Hay muchas cosas que resultan inverosímiles para quienes venimos del interior de los países. Por ejemplo, uno no entiende cómo es que hasta hace unos eses en Ipiales bastaba hacer una llamada telefónica ara comprar un cilindro de gas ecuatoriano, mientras que en Tulcán muchas personas debían permanecer hasta dos días haciendo fila para comprar este mismo producto.

Es que todo lo referente a lo que se denomina la “cultura del contrabando” resulta sorprendente. En primer lugar porque implica un directo y visible atropello a las leyes establecidas, pero así mismo es un modo de vida tan arraigado en las personas que hace parte de su cotidianidad.

La vida de frontera sólo la entienden las personas que han nacido aquí y se han criado en este lugar. Ellos llevan en su cédula una nacionalidad determinada, pero en su interior hacen parte de una misma cultura que se extiende más allá de la línea fronteriza.

Ahora bien, en comparación con mi Cali natal, en Tulcán he encontrado mucho más calor, calor humano, por supuesto. Aquí, la amabilidad de las personas y el carisma no se ha perdido, a diferencia de Cali, donde muchas personas no conocen ni siquiera a sus vecinos.

Además de esto, la tranquilidad que se respira en Tulcán es impresionante. Aún se puede caminar de noche y hacer muchas cosas que en Cali serían un acto de suicidio, como por ejemplo pasarse todo el día contando centenares de dólares en las calles, tal como lo hacen los cambistas.

¿Cómo fue este año para ti?

En este año descubrí que hay sueños que se cumplen. Por ejemplo una noche soñé que cagaba y cagaba tanto que la mierda se salía del inodoro. En la mañana busqué en Internet y me enteré que ese sueño significa que te va a llegar dinero. Y así fue. En la tarde una persona me entregó un buen fajo de billetes para que publicara el libro que desde hace años soñaba publicar.

¿Tus aficiones?

Hasta que era estudiante universitario mi principal afición era jugar al fútbol. Claro está que ahora, cuando estoy convertido en un trabajador, sigo jugando al fútbol pero en Xbox. En verdad que el trabajo no me deja mucho tiempo para cultivar aficiones.

¿En tu tiempo libre qué haces?

En mi tiempo libre, al igual que en todos los momentos en que no estoy trabajando, me dedico a leer. Me gusta tener un libro de cabecera para disfrutarlo en mi casa

y me gusta tener una página de Internet para explorarla.

 

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Cafecito y el invierno en Quito

En Quito está lloviendo a cántaros. Es una tarde de esas en que el simple aroma de un café caliente alegraría el alma de cualquiera.

Es un viernes de noviembre, ideal para dejar lo que se está haciendo y charlar.

Cecilia está al otro lado del chat, en su querido barrio de la Magdalena, al sur de Quito. La imagino en calentador, un poco despeinada y con su taza preferida llena de un buen café.

Responde así a la primera pregunta: “Cecilia es un enigma. Es un pedazo de espíritu en reencuentro”.

Imagino que quiso nacer el día de Reyes de 1980 pero se distrajo y nació al día siguiente. “Soy feliz en mi mundo. Me gusta leer, el cine, reír y charlar con amigos. Salir a tomar un café o un trago”.

¿Cuál de todas las bebidas del mundo, calientes o frías, alcohólicas o no prefieres?
Un buen cafecito.

¿Por qué?
Sabe rico, va con todo y en cualquier ocasión y me ha acompañado en las mejores charlas y amigos

¿Qué sientes al tomarlo?
Sabor a alegría… a crear esos recuerdos que traeré en mi vejez.

¿En qué momentos?
Me gusta el cafecito especialmente en el invierno de Quito

¿Cómo es ese invierno?
Farrero pero nostálgico. No sé, amo Quito.


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